Frente a la persistente bonanza del cobre, se cree que una de las medidas que puede adoptar el Gobierno es bajar la regla de superávit estructural de 1% a 0%, lo cual liberaría US$ 1.500 millones.
Convertido casi en oro, se está transformando en un arma de doble filo para Chile. Administrar los excedentes que genera su alto precio no es fácil, y eso lo saben bien los economistas. Expertos analizan cuál es el monto razonable a gastar, ámbito en el cual la flexibilización de la regla fiscal está ganando terreno.
Los corcoveos del Transantiago y declaraciones como la del senador Frei sobre la inconveniencia de dejar los excedentes del cobre a la derecha hicieron reflotar la interrogante: cuánto, cómo y en qué invertir los recursos extras del cobre.
Las respuestas no son simples, pero el consenso creciente es "echar mano" a esos recursos.
No se trata, como han sugerido algunos, de gastarse todo el fondo del cobre equivalente a poco más de US$ 14 mil millones, pero sí de pensar en invertir parte de él, y el monto dependerá de si se rebaja la regla del superávit estructural, aprovechando la actual holgura fiscal. Rebajarla del 1% al 0% del PIB liberaría US$ 1.500 millones, según Pablo Correa, economista de Santander Investment.
"Esto no implica terminar con la lógica de la regla que en sí misma es buena y muy prudente", dice.
Cálculos igual de optimistas hablan de 375 millones de dólares adicionales para el presupuesto del próximo año si esta regla se rebaja a razón de un cuarto de punto por año.
¿Cuánto y cómo?
Con excepción de la opinión expresada por el presidente del Banco Central, Vittorio Corbo, existe un acuerdo casi generalizado que lo que corresponde hacer es bajar la regla fiscal a 0%. También por cautela política:
"El año 2004 tuvimos un superávit del orden de 2% del PIB, el 2005 registramos casi un 5% y el año pasado, 8%. Tener un cuarto año con esta regla da pie para que surja toda suerte de ideas sobre qué hacer con estos recursos", constata Felipe Larraín, profesor del Departamento de Economía de la Universidad Católica.
El flujo de activos por este concepto es mayor. Pablo Correa asegura que gracias a ellos el Gobierno podría mantener el gasto público durante un año sin cobrar impuestos. Aunque advierte que si lo hiciera, al año siguiente tendría que restituirlos, y como ésa no es la idea, debe gastar sólo los ingresos permanentes (los adicionales que se obtendrían si se ajusta la regla a la baja).
Esto se ve reforzado por el hecho de que los supuestos económicos del año 2000, que dieron origen a esta regla, tampoco están vigentes. El Banco Central logrará su capitalización a más tardar en 2009, en tanto se están superando los pasivos contingentes de pensiones y la baja integración financiera del peso.
A juicio de Manuel Agosín, profesor del Departamento de Economía de la Universidad de Chile, el superávit del 1% le pone una vara muy alta al Estado.
"Perfectamente podemos bajarla a 0% y estar en balance fiscal. No creo que sea buena idea mantener esta regla en un país con tantas necesidades".
La rebaja de la regla del superávit estructural es una medida que se espera anuncie Bachelet el lunes.
A la espera del mensaje
Sobre la base de un precio del cobre relativamente conservador de US$ 3,20 (hoy está en US$ 3,38), el fondo de US$ 14.000 millones de excedentes del metal rojo que hoy tenemos puede alcanzar los US$ 22.000 millones en diciembre de este año, y los US$ 35.000 millones en diciembre de 2008 (considerando en este último caso un precio aún más conservador de US$ 2,20).
Lo abultado de estas cifras y las buenas perspectivas de su precio de largo plazo están generando una presión para que el Gobierno flexibilice la actitud conservadora que ha adoptado frente a ellos, e incluso se habla de un giro en este sentido, el cual sería anunciado en el mensaje presidencial de este 21 de mayo.
El asunto es cómo administrar la abundancia cuando Chile está convertido en un acreedor neto y estos recursos
están demostrando ser más permanentes que transitorios.
¿En qué gastar los excedentes?
Rebajar impuestos tienta cuando el Estado no está capacitado para gastar más y bien.
Lo importante, advierten los economistas, es evitar que se haga un mal uso de los excedentes del cobre acumulados.
Las ideas de inversión van desde aliviar la carga tributaria, hasta inyectar recursos en forma directa al "gasto social". En una posición intermedia están quienes piensan que lo mejor sería hacer un paquete equilibrado que contemple aumento de gasto fiscal y también reducción de impuestos.
En este último grupo se sitúa Rosanna Costa, directora del Programa Económico del Instituto Libertad y Desarrollo. La economista considera que "no hay que dar respuestas asistencialistas por goteo a demandas particulares", sino que la clave está en definir un paquete estructurado de "políticas de oferta" que gane espacios de competitividad y productividad para el país (con énfasis en modernización del Estado y capital humano). En este marco, propone anticipar la rebaja del impuesto de timbres y estampillas, así como aquellos que castigan la inversión.
En la misma línea se inscribe Felipe Larraín, postulando educación y reforma del Estado. Y en el área tributaria: llevar a 0% el impuesto de timbres y estampillas en 3 años; eliminar el que grava las utilidades retenidas (focalizado en las pymes) e incentivar el crédito tributario a la innovación (gasto en I+D).
Pablo Correa, en tanto, se la juega por bajar el IVA de 19% a 17%. Eso garantiza, opina, que las personas reciban los US$ 1.500 millones y vean cómo lo gastan. Dárselo al Gobierno, dice, no es opción, porque no tiene la capacidad técnica para gastarlos.
"Hasta noviembre de 2006, el Gobierno gastó menos que su presupuesto y en diciembre hizo una sobreejecución para llegar a fin de año. Este año, de acuerdo a las cifras de marzo, nuevamente hay una subejecución presupuestaria. Entonces, el riesgo que se pierdan estos recursos adicionales en el camino es alto", advierte.
En último término, la baja calidad de las prestaciones sociales y el incumplimiento de la construcción de 130 mil viviendas sociales adicionales, anunciadas durante el pasado mensaje presidencial, son dos argumentos más para que Correa no crea en la entrega directa de recursos al fisco.
Agosín, por su parte, se muestra partidario de inyectar los recursos extras en salud y educación, pero con programas que nos ayuden a gastar bien, lo que toma tiempo, y siempre que se trate de ingresos permanentes.
Y se declara contrario a una baja generalizada de impuestos, porque considera que la carga tributaria no es alta en Chile. Como mucho estaría de acuerdo con eliminar los impuestos que castigan la competitividad.
Viviana Fernández, investigadora del Departamento de Ingeniería Industrial de la Universidad de Chile, advierte la inconveniencia de aumentar el gasto fiscal "si lo que se quiere hacer es inyectarle más recursos al Transantiago".
En ese caso, dice, "es mejor dejar las cosas como están".
Estaría dispuesta a discutirlo, en cambio, si se trata de repensar el sistema educacional chileno, invertir en más capital humano (entrenar a los docentes chilenos en el exterior e implementar programas adicionales de entrenamiento para los trabajadores) o crear nuevos instrumentos de financiamiento para la creación de empresas (capital semilla).
[FUENTE: El Mercurio, Constanze Kerber]
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