La revolución de la biotecnología
Ha crecido explosivamente en el mundo durante los últimos 20 años y Chile no se escapa. Cerca de 30 empresas se encargan de investigar y desarrollar productos biotecnológicos con éxito. Aquí, algunos de los representantes de esta ciencia que moverá el siglo XXI
Esteban Engel está de pie en uno de los laboratorios del edificio donde funciona la Fundación Ciencia para la Vida, en Ñuñoa. Allí se encuentra el Parque Tecnológico y conviven con la empresa biotecnológica más antigua del país, BiosChile. Engel observa algunas plantaciones de parra muy pequeñas que él cultivó in vitro y que le sirven para seguir con su línea investigativa sobre patógenos virales que infectan a las vides.
Cuando Engel quiso estudiar bioquímica en la Universidad de Chile supo que lo suyo sería la ciencia aplicada. Quería que su trabajo tuviese un efecto en cosas concretas: "Casi el diez por ciento de la producción alimenticia se pierde por enfermedades de las plantas y de los animales, que impiden que ese diez por ciento alimente a las personas más pobres del planeta", dice. "Por eso un hombre de ciencia debe hacer algo con las herramientas y el conocimiento que tiene, para revertir este tipo de situaciones. Para eso está la biotecnología".
Engel es científico y biotecnólogo. Cuando realizó su tesis de pregrado decidió incorporarse al grupo de investigadores que preparaba una vacuna para salvar a los salmones y a las salmoneras que anualmente perdían millones de dólares por la mortandad. Ahí supo que la biología molecular asociada a la tecnología le aportaría herramientas para intentar solucionar algo concreto en la vida de las personas.
"Ahora ingresé a un doctorado y me fui por el lado de las vides. Hay más de 50 virus que atacan la industria hortofrutícola. Entonces estamos estudiando el genoma de las vides y con esa información intentamos desarrollar un sistema de diagnóstico de todas esas enfermedades a través de un proceso rápido y barato, basado en la ingeniería genética".
Si aquello da resultado, producirá un impacto económico importante en la industria y en los agricultores que dependen del buen estado de las vides para mantener su negocio. Engel sonríe, sabe que para lograr ese pequeño avance va a tardar mucho tiempo: "En la ciencia, y sobre todo en la biotecnología, tú estableces una tesis de qué pasará, pero el camino es como una caja negra".
Engel trabaja bajo la supervisión de uno de los más importantes científicos chilenos y uno de los gestores de la biotecnología chilena: Pablo Valenzuela, cuya oficina está a pasos del laboratorio de Esteban.
EL PALO AL GATO
"La biotecnología puede llegar a ser para el siglo XXI lo que la electricidad significó para el siglo XIX: la clave de su desarrollo", dice con entusiasmo el ingeniero químico y biotecnólogo Juan Asenjo. Es por ello que los gobiernos de países desarrollados y las empresas han apostado en esta actividad que se hizo fuerte en el primer mundo a partir de los 80.
La biotecnología ha estado al lado del hombre hace más de seis mil años. Un ejemplo simple: al elaborar cerveza, utilizando un proceso químico de fermentación de la cebada y pequeños hongos unicelulares (levadura), ya se estaba haciendo biotecnología. Sin embargo, cuando la ciencia logró conocer las estructuras más elementales que permiten generar vida, la biotecnología se convirtió en un terreno con enormes posibilidades. El abanico se amplió con la biología molecular, el descubrimiento de la estructura del ADN y el avance de la ingeniería genética.
En Chile, si bien el tema ha ido lento, ya existen cerca de 30 empresas dedicadas a ella.
La primera se estableció en 1986, y se llamó BiosChile. Uno de sus gestores fue precisamente Pablo Valenzuela (ver recuadro). Durante años debieron vender sus productos –reactivos, test de embarazo, tipificadores sanguíneos, etcétera– mucho más baratos que sus competidores, porque el mercado no confiaba en lo nacional. Pero esa fue la clave del éxito: dar soluciones a problemas locales. Hoy sus facturas son en millones de dólares.
Pero al analizar la biotecnología en Chile, el cofundador de Fundación Ciencia para la Vida considera que "estamos bien atrasados. Me preocupa en general el desarrollo científico y tecnológico. Estamos esperando que se restablezca una mayor velocidad con los nuevos planes que tiene el gobierno a través del Consejo de Innovación. En todas estas cosas el puntapié inicial lo tiene que hacer el Estado".
Atrasados, pero no detenidos.
Las empresas biotecnológicas en Chile funcionan en cinco grandes categorías: el mundo de la minería, el forestal, el agropecuario, de salud animal y el asociado a la salud humana. En cada uno de estos sectores el valor agregado que aporta la biotecnología mejora la calidad vida, y los precios, en el caso de los productos, mejoran considerablemente. Juan Asenjo apunta: "Para crecer, Chile depende de sus exportaciones y de los avances biotecnológicos que se han desarrollado y que están haciendo que se amplíe el techo para esas materias primas".
La compañía más grande es Biosigma, una firma creada gracias al interés de dos gigantes: Codelco Chile y Nippon Mining and Metals Company. La chilena invirtió dos millones de dólares y su socia, un millón más con el fin de investigar, controlar y optimizar el proceso de lixiviación, que consiste en el uso de diminutas bacterias que oxidan los compuestos minerales, acelerando la obtención del cobre de manera más rápida, eficiente y menos contaminante.
El gerente de esta empresa es Ricardo Badilla, ingeniero civil químico de la U. de Chile, master en Ciencias Aplicadas de la Universidad de Toronto y doctor (PhD) en Ingeniería Química del Imperial College de Inglaterra. Badilla es, en estricto rigor, un científico que llegó a un puesto ejecutivo porque la compañía requería de un hombre con conocimientos de punta para administrarla mejor. "Para seguir liderando los mercados", explica, "es importante mantenerse a la vanguardia de todos los procesos. Por eso es que esta empresa investiga, se asocia con universidades y mantiene a 15 PhD trabajando aquí".
Cuando se inició el boom de las salmoneras en el sur, pocos advirtieron que las enfermedades que afectaban a los salmones chilenos podrían provocar hasta 100 millones de dólares anuales de pérdida. Aunque el negocio seguía siendo bueno, si se encontraba una solución, las exportaciones se irían al cielo. Varias empresas se dieron el trabajo de buscar una vacuna.
Veterquímica fue una de ellas. Fundada en 1969, actualmente factura 35 millones de dólares al año y trabajan allí 160 personas. Entre un 4 y un 5 por ciento de las ventas son reinvertidas en proyectos de investigación y desarrollo. Veterquímica requirió de seis años y mil 500 millones de pesos para encontrar una vacuna por inmersión para el salmón (ver recuadro).
Hacer biotecnología no es fácil. Cuando un empresario desea invertir en una investigación, espera resultados lo antes posible. Sin embargo, esos estudios tienen un costo elevado y son lentos. La biotecnología es un capital de riesgo.
"Y esto es lo que más cuesta hacer comprender a los ejecutivos y a las autoridades", apunta Engel. Pablo Valenzuela va más allá: "Los privados deben invertir de acuerdo a las realidades de sus empresas. Además, en los países en que esto ha ocurrido se han creado incentivos. En Chile se están invirtiendo 900 millones de dólares en el ámbito público y privado, lo que significa el 0.6 por ciento de nuestro PIB. La Comisión de Innovación ha señalado que para el 2021 se debería invertir en investigación, desarrollo e innovación del orden del 2.3 por ciento. Sin una voluntad política, jamás va a ocurrir".
Los hitos que vienen
Científicos chilenos están a la vanguardia de la investigación biotecnológica. Estos tres proyectos son algunos de los que se están llevando a cabo en el país y sus repercusiones serán mundiales.
TEST PARA VIRUS DEL AGRO
Cultivos de vides libres de virus y sistemas rápidos para detectar focos infecciosos son el objetivo del proyecto Genoma Uno de la Fundación Ciencia para la Vida. La información del genoma de las vides permitirá crear un test para la detección de todos los virus simultáneamente. Estará a disposición de los científicos en un año más y, según cuenta Pablo Valenzuela, están ampliando este test para todos los virus que afectan la agricultura.
DETECCIÓN PRECOZ DE CÁNCER
El producto que podría dar un vuelco a la medicina mundial es un test para el diagnóstico precoz de cáncer.
Cetna Skorin, gerenta general de BiosChile, explica: "Se obtienen células a través de una biopsia, se incuban con una sonda de RNA, lo que permite discriminar las cancerosas de las sanas. Hasta la fecha, todos los ensayos in vitro han sido 100 por ciento exitosos y faltan sólo las pruebas en seres vivos". Si todo marcha bien, debiera estar en el mercado en un par de años. "Hasta ahora no hay un test que detecte todos los tipos de cáncer", añade la ejecutiva.
VACUNA TOP PARA SALMONES
La que promete ser otra revolución mundial es la vacuna para los salmones por inmersión contra el virus IPN, ideal para los peces pequeños que no pueden ser inyectados. La empresa Veterquímica desarrolló este producto que ya cuenta con un permiso provisorio del SAG y va a empezar a ser distribuido en el país. Como el virus está presente a nivel mundial, el futuro de esta vacuna es altamente auspicioso.
[FUENTE: El Mercurio, Sylvia Bustamante & Luis Miranda]
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