Orquestas para la innovación
La leyenda cuenta que la clave del éxito de Finlandia estuvo en las reformas económicas liberalizadoras efectuadas a mediados de los años 90, después del derrumbe de la URSS.
Acaba de darse a conocer la última Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen), el mejor instrumento del que disponemos para conocer cómo evolucionan las condiciones de vida de los chilenos. Ella reveló que entre 2003 y 2006, la pobreza en Chile bajó cinco puntos porcentuales, de 18,7 a 13,7 por ciento. La cifra es, por donde se la mire, espectacular, pues se creía que los rendimientos en la lucha contra la pobreza serían progresivamente más mediocres al encarar a su núcleo más "duro".
La estrategia seguida por Chile para combatir la pobreza, basada en la promoción de altas tasas de crecimiento económico y una activa política social desde el Estado, está siendo exitosa. Pero aún tenemos 2,2 millones de pobres, una cifra a todas luces escandalosa. Por eso mismo, seguir reduciéndola, profundizando para ello una estrategia que se ha mostrado exitosa, es un desafío nacional de primer orden.
En esta línea destaca el informe recientemente divulgado por el Consejo de Innovación, que formula una "estrategia nacional de innovación para la competitividad". Si el objetivo de Chile es duplicar el PIB per cápita en los próximos 15 años -señala ese informe-, hay que cuadruplicar el gasto en investigación y desarrollo. La propuesta abunda en referencias a los llamados "like-minded countries", como Finlandia, Noruega, Irlanda, Nueva Zelandia y Australia, entre otros, países de población relativamente pequeña, geográficamente ubicados en posiciones periféricas y que en los últimos 30 años han logrado encaramarse a los primeros lugares mundiales en materia de competitividad, crecimiento, innovación, transparencia y protección social. El actual Gobierno, claramente, se ha propuesto integrar a Chile a este club, y para esto se ha planteado aprender activamente de esos países. Prueba de ello es que la propia Presidenta Bachelet los ha privilegiado en sus giras extracontinentales, y, de hecho, viene llegando de algunos de ellos.
Un caso citado continuamente es Finlandia. La leyenda cuenta que la clave de su éxito estuvo en las reformas económicas liberalizadoras efectuadas a mediados de los años 90, después de la crisis gatillada por el derrumbe de la URSS -a la sazón el principal destino de sus exportaciones-, y en la mutación de Nokia, por entonces una empresa diversificada entre la producción forestal, de neumáticos, de cables y de electrodomésticos, y hoy convertida en la primera fabricante mundial de teléfonos móviles.
"¿Es ésta la verdadera historia?", preguntamos hace unos días a un grupo de economistas finlandeses en Helsinki. La respuesta nos pilló por sorpresa: no. "¿Saben ustedes -se nos dijo- que en Finlandia hay cinco millones de habitantes, y 21 orquestas sinfónicas profesionales? Somos una sociedad que por siglos ha cultivado la confianza, el consenso, la sensibilidad estética, la prolijidad, la adaptabilidad. De aquí se alimentan la innovación y el diseño característicos de Nokia. Sin ésta, o sin las reformas de los 90, igual habríamos llegado donde estamos hoy: era una cuestión de tiempo y de saber aprovechar las oportunidades externas, como lo fueron la entrada a la Unión Europea y la explosión mundial de la telefonía móvil".
Si se trata de extraer lecciones de Finlandia, la respuesta de estos académicos nos dejó dos: primero, no existen los atajos en el camino al desarrollo, pues éste descansa en largos procesos históricos; y segundo, cuando hablamos de promover la innovación y la competitividad, ¡hay que partir por las orquestas sinfónicas!
[FUENTE: El Mercurio, Eugenio Tironi]
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