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    domingo, 3 de diciembre de 2006

    Juan Pablo Montero: el académico que lidera el ranking de los economistas chilenos más influyentes. El "Robin Hood" de las ciencias sociales

    "Me planteé desarrollar una investigación compatible a lo que hacen mis pares en MIT"
    Tiene un doctorado en MIT y fue profesor en Harvard, pero dice que en Chile quien "financia" sus proyectos es su señora. Por ello pelea por una mayor equidad en la distribución de los recursos para investigación, que, según él, "discrimina" a las humanas.

    En una reunión en la Casa Central de la Universidad Católica, se le ocurrió al moderador preguntarles a los profesores presentes cómo financiaban sus investigaciones. "Fondecyt", dijo uno, "Milenio", contestó otro, "Fondap", señaló un tercero, "mi señora" dijo un profesor alto y de habla mansa. Ese era Juan Pablo Montero (49 años, casado, 3 hijos), académico de la Universidad Católica, con doctorado en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), pasajes como profesor visitante en Harvard y el economista chileno de dedicación exclusiva más influyente en el ámbito internacional, según un estudio publicado por Enfoques recientemente. "Mi señora me apoya no sólo en términos emocionales, sino que económicamente. Cómo ella trabaja -es gerente de operaciones de la empresa Nutrabien- yo puedo hacer lo que me gusta", cuenta.

    Paula Jaras, la "tenaz" señora de Montero -según su cuñado y amigo Orlando Mingo- también lo incentivó a hacer su doctorado en el MIT. "Por supuesto tienes que salir de Chile. Aquí uno no sabe lo que pasa en el mundo", habría dicho la psicóloga Paula.

    En 1992 partió a Estados Unidos, dónde se quedó hasta 1997, cuando terminó el doctorado. Durante este período, entre los pañales de Isabella -su hija mayor, que nació en 1994- y las teorías económicas, decidió que era eso lo que quería hacer para el resto de su vida. "Me quedé fascinado, maravillado. Allá aprendí a valorar lo que realmente es el mundo académico. Los investigadores no eran solamente profesores en las salas de clases, sino que tenían influencia en todo lo que se discutía en el país", se acuerda él. Cuando volvió a Chile, sabiendo que la situación del mundo académico sería muy diferente, decidió seguir trabajando como si estuviera en el primer mundo. "Me planteé desarrollar una investigación de alto nivel, compatible a lo que hacen mis pares en Estados Unidos y volcada a la comunidad científica internacional", dice.

    Por ello, en general trabaja solo o con coautores en el exterior, pues, según él, es muy difícil encontrar en Chile académicos que estén dispuestos a dedicarse con la misma intensidad y motivación a la investigación. Eso porque para suplir el sueldo base de investigador, los profesores hacen mucha consultoría. "Hay que decidir: si quieres hacer investigación de primer nivel, debes dejar la asesoría en un segundo plano", enfatiza. Incluso cuando se ganó el título de economista más influyente del país, se sintió "un poco ridículo", porque si se compara con sus pares afuera, se siente "uno más del montón".

    Segregación "odiosa"

    Montero se dedica a la Economía Ambiental -que analiza el mercado de permisos de contaminación, "temas que salen menos a luz pública por ser menos 'sexy'", según él- pero también estudia los sectores eléctricos y del cobre. Su colega de la PUC, José Miguel Sánchez, cuenta que en 2004, mientras Montero explicaba a sus alumnos un modelo tradicional de economía ambiental, se dio cuenta que estaba malo. "Ahora va a publicar un paper donde él corrige el original y generaliza el resultado", dice Sánchez.

    En su último cumpleaños, su hija Isabella le escribió un poema -colgado en la pared de su oficina entre innúmeros dibujos suyos y de sus hermanos- que lo definía como "el papá lunático, que también es matemático". ¿Por qué lunático? El amigo Orlando explica: "Juan Pablo es un sabio-distraído, que gracias a que se despreocupa de los detalles mundanos, lo podemos tener ocupado de grandes temas".

    Pero desde que volvió a Chile, quizás el tema que más le "altera", según su propia definición, sea la "discriminación odiosa" en contra de las ciencias sociales en lo que se refiere a los recursos disponibles para investigación. Mientras las otras ciencias -exactas o naturales- poseen varios fondos, como el Milenio o Fondap, las humanas tienen solamente el Fondecyt, que, además, es el menos atractivo -según Montero-, porque los recursos que van al investigador son muy escasos.

    "El gobierno militar mermó los recursos que iban a las ciencias sociales y la Concertación tampoco ha hecho nada para reestablecer este equilibrio. Lo único que me gustaría sería equilibrar", desahoga él.

    [FUENTE: El Mercurio, Beatriz Veloso]

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