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    domingo, 3 de diciembre de 2006

    ¿Cultura para todos? "Si la cultura fuese medible, se mediría por la animación que despierta una obra en la conversación feliz".

    Es un buen lema el de cultura para todos. Está de moda. Seduce. El filósofo inglés Roger Scruton propone tres acepciones de esta palabra, distinción que ayuda a calibrar lo ilusorio de esta promesa.

    En primer lugar, cultura es el alma del pueblo, el flujo de energía moral que se proyecta en todas sus manifestaciones. Este concepto, preferido por los románticos, ha ejercido gran influencia y, en el ámbito de las ciencias, fue recogido (ya desprovisto de cualquier aura de espiritualidad) como el conjunto de objetos, prácticas y creencias que definen la identidad y pertenencia a una tribu o sociedad cualquiera. Así, no hay humano sin una cultura, ni un miembro de una sociedad, por escasa que sea su educación, que pueda estar desprovisto de ella. Ésta es la "cultura común", que tiene un carácter particularista, local o nacional.

    En segundo lugar, existe una acepción cuyas fuentes son latinas. Se originó en el trabajo de la tierra (la "agri-cultura"), es decir, al sacar provecho del campo, y tiene el sentido de sembrar, cuidar y multiplicar. No todos los miembros de la sociedad la poseen en el mismo grado, porque el tiempo disponible para su cultivo, las capacidades y el interés o inclinación son distintos. Es la cultura "clásica" o "tradicional", y ella, en esta época hipócritamente igualitaria, supone diferenciar méritos, establecer jerarquías, imponer disciplinas de estudios, dialogar rigurosa y críticamente con nuestro pasado.

    Hay también, según Scruton, una "cultura popular". Al entrar en crisis en el mundo contemporáneo las formas tradicionales que otorgan cohesión e identidad a un grupo (ritos, creencias y prácticas comunes, sobre todo de carácter religioso), los vínculos sociales adquieren una calidad líquida, fluida y dispersa. La pertenencia e identidad se buscan y, en parte, obtienen a través de la adhesión a nuevos elementos, como pasatiempos y deportes, música y espectáculos de masa (no el "folclore"), un particular estilo de vestir o las distintas expresiones de la moda.

    Las tres culturas se mueven en distintos ámbitos, y en algún punto se aproximan y entrecruzan. Una verdad esencial persiste, sin embargo, de su sentido más antiguo (y amenazado): esa libertad que crece interiormente, gracias al contacto disciplinado y gozoso con las grandes obras de la música, de las letras y de las artes visuales. Como señala otro pensador: "Si la cultura fuese medible, se mediría por la animación que despierta una obra en la conversación feliz".

    [FUENTE: El Mercurio, Pedro Gandolfo]

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