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    jueves, 25 de enero de 2007

    Discurso del presidente del Consejo de Innovación al presentar el primer informe de la Estrategia Nacional de Innovación

    Señora Presidenta de la República, Señores ministros, Señores parlamentarios, Colegas miembros del Consejo de Innovación, Representantes del mundo empresarial, académico y científico, Señoras y señores...

    Ha sido un trabajo arduo, pero lo hemos hecho bien... Me refiero a Chile, por supuesto, que entre 1990 y 2005 consiguió duplicar su ingreso per cápita hasta empinarse a los 12.500 dólares. Fue una empresa laboriosa, pero la sacamos adelante con muy buena nota, porque lo que antes nos había costado 60 años, esta vez lo hicimos en 15.

    Gracias a ello el país mira hoy el futuro con un nuevo talante, con más confianza y convicciones más profundas, pero también con la expectativa ambiciosa de volver a duplicar nuestro ingreso al 2020. Y ese desafío, que no es nada trivial, es tanto un reto complicado como una oportunidad para reflexionar profundamente respecto de lo que queremos alcanzar y cómo queremos hacerlo.

    La Presidenta Bachelet nos puso en esa tarea. Le pidió a este Consejo de Innovación para la Competitividad, integrado por representantes del sector público y privado, que continuara la tarea de aquel que funcionó en 2005 y que buscara contribuir a delinear el camino por el que Chile debe seguir avanzando hacia el desarrollo.

    Ha sido un trabajo arduo. ¿Lo hemos hecho bien? Eso lo juzgarán ustedes.

    Durante más de seis meses el Consejo que tengo el honor de presidir se ha abocado a un trabajo de reflexión y análisis que tiene como el mayor de sus frutos el documento que entregamos hoy a la Presidenta. En él se funden tanto las fortalezas que le permiten al país plantearse retos exigentes, como las debilidades que es necesario subsanar para alcanzarlas.

    A pesar de que en los últimos 40 años hemos transitado muchos caminos,-hemos sido casi un laboratorio- en Chile existen hoy finalmente amplios consensos en materia económica. Nos reconocemos como una economía con vocación global: estamos convencidos de que el futuro pasa por nuestra capacidad e ingenio para penetrar y conquistar mercados internacionales con productos de calidad. Nos sabemos lejanos a la tentación de aventuras populistas. Y sabemos que el sector privado tiene un rol insustituible que jugar en el desarrollo del país.

    Sin embargo, sobre todo cuando nos toca subir cuestas empinadas, se revelan incertidumbres. Surgen, por ejemplo, temores respecto del tipo de cambio y su efecto en el modelo exportador, o dudas respecto de cómo se incorpora la pyme o cuánta equidad nos promete nuestro camino al desarrollo. Y así hemos llegado hasta hoy. Con altas expectativas, con certezas bien afincadas, pero también con algún ruido de fondo, con un río que a veces suena muy fuerte aunque no traiga tantas piedras como pudiera pensarse. Y en ese escenario el Consejo ha tenido el privilegio de reflexionar precisamente acerca de cómo debemos enfrentar el futuro.

    Del trabajo de este año ha surgido una respuesta clara que reafirma los conceptos emanados del Consejo que nos precedió: nuestra vocación global y la posibilidad de aprovechar las ventajas que nos dan los recursos naturales no son opciones contradictorias. Muy por el contrario, y a diferencia de lo que se pensó por décadas en esta región, se pueden complementar. Pero sólo el libre comercio y la abundancia de materias primas no es suficiente para enfrentar los desafíos de una economía mundial cada día más competitiva y, ante el riesgo cierto de que nos quedemos dormidos en los laureles, el país debe proponerse seriamente dar el paso hacia una economía más sofisticada capaz de hacerse cargo de un escenario global que se prevé complejo y desafiante.

    Pero la pregunta es ¿cómo se consigue eso?

    Durante estos meses no sólo hemos analizado nuestra realidad, sino que hemos recogido la experiencia de aquellos países que, partiendo de una situación similar a la de Chile, consiguieron dar el salto al desarrollo. Y ellos lo hicieron invirtiendo, sobre todo, en conocimiento: en educación, en ciencia, en tecnología... Esos países, que no dieron la espalda a sus riquezas naturales, apostaron a que el conocimiento fuera un acervo que invadiera todos los rincones de la sociedad. Y les fue muy bien...

    Pero aprendimos más. Aprendimos que para transitar a la economía del conocimiento se requiere de una nueva alianza entre el sector público y el mundo privado, porque la producción, diseminación e intercambio del conocimiento tienen reglas muy particulares, a menudo distintas a las que operan en el mercado de bienes y servicios.

    Esa es la razón por la que el documento que presentamos hoy a la Presidenta se adentra con tanta convicción en lo que podemos llamar las bases analíticas de la estrategia de innovación e insista en la mirada sistémica con la que es necesario abordarla.

    Habrá posiblemente algunos que hubieren preferido llegar ya a recomendaciones bien aterrizadas y otros muchos que se asustarán al comprobar nuestra incapacidad para explicar todo esto en menos de 150 páginas. Por ello voy a intentar sólo estimular vuestro apetito con una pequeña degustación del documento.

    En primer lugar, afirmamos, como ya podrán intuir, que no podemos darle la espalda a los recursos naturales. Por el contrario, debemos tomar ventaja de su disponibilidad. Pero concientes de que corremos el riesgo de quedarnos dormidos en los laureles. Porque es cierto, los países escandinavos, por ejemplo, que hoy fabrican autos de lujo y "juguetes" tecnológicos en el área de las telecomunicaciones iniciaron su crecimiento basados en la industria forestal; pero no es menos cierto -como decimos los chilenos- que en cierta etapa comenzaron a sumar una fuerte dosis de conocimiento a su receta de desarrollo.

    Esa es la etapa en la que nosotros debiéramos estar y donde, desgraciadamente, mostramos algún retraso.

    Pero si la tarea es agregar conocimiento a la producción, tenemos que ser capaces de producirlo y aplicarlo.

    En la producción de conocimiento -como podrán leer los que se atrevan- la participación del Estado es insustituible, porque esta etapa del proceso tiene todas las fallas de mercado que se puedan imaginar... Pero posiblemente en su aplicación existen todas las fallas de Estado que pueda haber...

    Por ello, el eje de nuestra propuesta es que para poder producir y aplicar conocimiento en los niveles que requerimos, es necesario avanzar a una nueva fase en la alianza publico-privada que tantos frutos nos ha dado en los últimos años... Pero ojo, porque, como dice el refrán, las cuentas claras conservan la amistad, y por ello es fundamental definir con certeza los roles de cada uno en este "nuevo trato".
    En cuanto al papel que le corresponde al sector público, uno de los grandes problemas es que la tarea del Estado en la innovación está en manos de múltiples agentes que pueden correr con clores propios, y por ello uno de los aspectos centrales de la reflexión que aquí entregamos se refiere al tema de la gobernabilidad de nuestro sistema nacional de innovación. Sobre ese punto hemos llegado a una propuesta bastante definitiva en materia de cuál debe ser el rol del Consejo de Innovación, su relación con el Ejecutivo y la organización de éste en su más alto nivel, pero nos queda pendiente aún la tarea de definir cómo se incorporan efectiva y eficientemente -esto es, cuales son sus derechos y deberes- las agencias y, sobre todo las regiones, en la formulación y aplicación de la estrategia, porque en ellas reside un conocimiento específico insustituible.
    Si todo lo anterior les parece muy teórico, hagan el ejercicio de imaginar cuáles deberían ser las reglas del juego para coordinar a nivel de políticas de innovación a agentes con preocupaciones tan diversas en el sector público como aquellos encargados de la infraestructura física, las redes digitales, la capacitación, la enseñanza básica, la innovación empresarial, la transferencia tecnológica, la ciencia de base, la educación superior, los programas de pos grado, las regulaciones del mercado financiero y la promoción de la inversión extranjera, por mencionar algunos.

    Por eso los temas de definición de roles y gobernabilidad son centrales en este documento. Por eso esta gran reflexión de por qué esta nueva etapa de producción, diseminación e intercambio de conocimiento aplicado a la producción supone una organización distinta tanto dentro del Estado, como entre el Estado y los privados.

    Pero el trabajo no está completo. Ha sido arduo, sí, probablemente bien hecho, ya lo veremos... pero está inconcluso.

    Primero, porque hasta dónde da respuestas el mercado y dónde comienza a fallar es un tema que está mucho más claro en la teoría que en la práctica. La teoría nos muestra las puertas que no hay que cruzar, pero deja de todas formas caminos abiertos que ofrecen bifurcaciones o rutas sin salida. Y por ello, para ir a los detalles de las definiciones institucionales del sistema, debemos seguir conversando con sus actores para saber dónde les aprieta el zapato, debemos dar espacio a las agencias ejecutoras para que apliquen lo que han aprendido en el contacto diario con los problemas reales, y debemos, como ya dije, sumar y comprometer a las regiones en la tarea de construir y llevar adelante esta estrategia.

    Pero en segundo lugar, no hemos concluido aún la tarea de lo que en libro hemos titulado "El futuro importa". Tenemos la necesidad de mirar hacia el futuro y "traerlo al presente" para conminarlo a que nos diga qué competencias se van a necesitar y qué capacidades se deben desarrollar para alcanzarlo. Porque en la sociedad del conocimiento la diferencia la hacen las competencias creativas y esas son distintas según sea nuestra matriz de inserción global y, lo más importante, toma tiempo construirlas.

    Este ejercicio de anticipar el futuro está hoy en pleno desarrollo, a través de un Estudio de Competitividad en Clusters de la Economía Chilena, y concluirá, en la segunda parte del año, con un mapa no sólo de los sectores con mayor potencial a los que país debería dedicar esfuerzos especiales, sino también con un diagnóstico profundo de sus fortalezas y debilidades, y con una hoja de ruta para desarrollarlos. Pero ya en este documento traemos la sinopsis, mapeando, en un primer vuelo, cuales son los sectores que se visualizan con mayor potencial dadas la evolución posible de los mercados globales y nuestras propias capacidades y potencialidades. Y se podrán llevar una sorpresa. Si bien en este mapa dominan los sectores intensivos en recursos naturales, también aparecen algunos fundados en competencias que hemos ido adquiriendo.

    En suma, el documento que hoy entregamos contiene una profunda reflexión sobre las bases de nuestra estrategia de desarrollo, argumentando que, no obstante nuestras fortalezas, urge apurar el paso en materia de producción y aplicación de conocimiento. Seguidamente delimita con la mayor precisión analítica posible el rol que le cabe al estado en esa empresa, recorriendo los ámbitos de la educación, la capacitación, la ciencia, la transferencia tecnológica y el apoyo al emprendimiento, entre otros. Advierte a continuación, no obstante, las descoordinaciones y fallas en que podría caer el estado en su empeño, proponiendo un modelo de gobernabilidad que controle su eficiencia. Por último, el documento relata los primeros pasos concretos dados en esta empresa, describiendo las prioridades que subyacen la propuesta presupuestaria que hiciéramos al Ejecutivo en 2006, el diálogo mantenido con centenares de actores en el proceso y el esfuerzo por mapear las posibilidades futuras de nuestra economía.

    Como comentara, nos resta todavía concretar nuestra propuesta de gobernabilidad al nivel de las regiones y agencias y concluir un listado de acciones concretas para potenciar los clusters que aparecen más promisorios. Así, como pueden ver, el trabajo seguirá siendo arduo.

    [Fuente: Consejo de Innovación]

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