Chile en la senda de la innovación
Durante el presente año el pulso del país ha estado marcado por una agenda salpicada de crisis, que ha mantenido a la actual administración entretenida y complicada resolviendo escollos mediáticos, saltando de una punta de iceberg en otra.
Lo interesante de este ejercicio reside en la aparición de un nuevo iceberg en la escena política llamada “Innovación para la Competitividad”, que aparece en el inconsciente informacional colectivo chileno empujado, a mi juicio, por la conjunción de dos hechos.
HECHO 1: Chile comercialmente hiperconectado
Que nuestro país halla sido capaz de generar 51 acuerdos comerciales con 18 países, genera sobradas expectativas a nuestra gente para llegar con sus productos a 3.800 millones de personas, quienes poseen el 86% del PIB mundial. Es ingenuo pensar que esta larga y angosta faja de tierra sea capaz de utilizar plenamente todos los puentes que afanosamente se han construido, considerando que su economía se basa en la producción y exportación de recursos naturales commodities, haciendo inviable la generación de volúmenes necesarios para llegar a muchos de sus mercados vinculados.
HECHO 2: El Cobre cada día más valioso y menos protagonista
Desde el 4º trimestre del 2003, en que el valor del cobre bordeaba los 0,67 dólares la libra hasta marzo de este año han pasado 30 meses, lapso en el que el precio del cobre ha experimentado un incremento de 350%, encumbrándose a los 2,32 dólares la libra. ¿Podría haber un mejor escenario para un país como el nuestro? La respuesta es sí, pues en los tres meses siguientes el cobre se situó cómoda y “establemente” en torno a los 3,5 dólares la libra, mantenido este valor hasta hoy. Además la composición de nuestras exportaciones se ha modificado drásticamente en este tiempo, dejando como protagonista a la industria alimentaria sobrepasando a la minera en una relación de 3 a 1, y creciendo.
Para hacernos cargo de lo que nos está pasando como país, necesariamente nuestra estructura productiva debe adecuarse. Para aprovechar esta posición privilegiada multiconexa y esta bonanza de precios mundiales y diversificación de nuestra canasta exportadora, pues casi el 98% de nuestras exportaciones se componen de alimentos y cobre, ambos con muy poca agregación de valor. El gobierno anterior, en las postrimerías, se hizo la pregunta: “podría nuestro país seguir el ejemplo de países ricos en recursos naturales renovables que dieron un salto y en muy poco tiempo pasaron de segunda a primera división”.
La respuesta a la pregunta anterior esta abierta, pero en el afán de poder encontrar una respuesta satisfactoria y aprovechando las condiciones excepcionales en que estamos inmersos, durante más de un año se han echado a andar una serie de instancias que pretenden allanar el camino para que Chile arribe a las grandes ligas.
Las principales iniciativas que tanto el gobierno central como los gobiernos regionales están abordando son; A nivel nacional se mencionan (i) Consejo Nacional de Innovación (CNIC), como consejero de la presidenta de la república en materia de Ciencia, Tecnología e Innovación, conformado por representantes de alto nivel de los sectores públicos, productivos y de investigación (ii) Comisión especial de Ciencia, Tecnología e Innovación del Senado, la que está analizando y reformulando la ley de innovación que fijará los énfasis y los recursos para apalancar el desarrollo del país; A nivel regional se distinguen como importantes (iii) Agencias Regionales de Desarrollo Productivo, que en forma autónoma articularán y coordinarán todas las instancias regionales para identificar y apoyar las vocaciones productivas regionales; (iv) Consejos Regionales de Ciencia y Tecnología (CORECYT), ordenadores de lo que cada región hace y pretende hacer en Investigación y Desarrollo (I+D).
Cabe mencionar que todas las iniciativas anteriores se encuentran en una etapa muy temprana de desarrollo, por lo mismo las políticas y estratégicas que de ellas provengan son aun muy plásticas, pues no se observa una claridad vinculante con los presupuestos necesarios para su puesta en acción.
Fijando la atención en lo que a las regiones administrativas del país respecta en temas vinculados a innovación y desde una perspectiva basada en I+D, el programa de centros regionales de ciencia y tecnología que CONICYT impulsa desde el año 2002, se observa como una excelente oportunidad para articular lo que cada región espera para mejorar su desempeño socio-productivo. Cada región cuenta con un centro de desarrollo científico tecnológico de excelencia, el cual es cofinanciado entre CONICYT y el Gobierno Regional, y cuenta con la participación de las principales instancias de investigación de cada región para abordar una temática prioritaria. En el caso de la Región de Coquimbo, el Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA) consorcio de investigación en la que coparticipan la Universidad de La Serena, la Universidad Católica del Norte e INIA Intihuasi, se posiciona en la región como una plataforma de investigación y desarrollo, que realiza su aporte a través de publicaciones científicas y resolviendo los requerimientos regionales socio-productivos.
El primer esfuerzo innovativo que el gobierno deberá abordar para innovar apunta a alinear e interrelacionar todas las instancias en desarrollo y las que se generarán de ahora en más, eso es tema del estado. Pero ¿Qué acciones le corresponde hacer al sector empresarial?, responsable directo de generar riqueza para si y para el país, para acompañar activamente a este gobierno emprendedor en ideas y acciones. Esa es una pregunta que no ha sido respondida en forma seria por el sector, poniendo la respuesta en manos de los legisladores a través de incentivos tributarios para transmutar las palabras innovación, investigación, desarrollo, desde gasto a inversión.
Chile está parado ante una vasta llanura salpicada de posibilidades, y tiene entre sus manos la llave para abordarlas, la innovación. Esta herramienta promete facilitar el salto al desarrollo.
[FUENTE: Yo Mismo]
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