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    lunes, 16 de abril de 2007

    La utilidad de la inutilidad. Ciencia sin ninguna aplicación "evidente e inmediata" fue lo que dio origen a que el ser humano pudiera volar

    En el último año se ha debatido sobre los posibles usos de los dineros provenientes del llamado "royalty" minero. Si bien en principio parece haber unanimidad en que gran parte de ese dinero debe ser invertido en ciencia y tecnología, vale la pena detenerse a meditar un poco en el significado de la unión de estos dos conceptos y en por qué, efectivamente, es una buena inversión.

    Muchas veces se piensa, erróneamente, que la repercusión de la ciencia en la tecnología -y viceversa- ocurre sólo desde las últimas décadas. En verdad, ocurre desde los albores de la humanidad, y especialmente desde el origen de la actividad científica -digamos, desde que se aplicó el método científico-, permitiendo el avance de la civilización. La razón es simple: es imposible realizar un experimento (quizás el más importante motor de la actividad científica) sin contar desde ya con alguna aplicación tecnológica que permita llevarlo a cabo. Incluso algo tan elemental como poder predecir la salida del sol al día siguiente requiere que de alguna manera midamos el tiempo transcurrido: necesitamos algo parecido a un reloj; o sea, tecnología.

    De la misma manera, es casi imposible "impedir" que el avance científico genere alguna aplicación tecnológica insospechada. No podemos imaginar que Chile avance en el campo tecnológico (paradigma casi instantáneo del crecimiento económico) sin reforzar, priorizar y proteger la actividad científica de calidad. Y con proteger me refiero al apoyo de la actividad científica con recursos sostenidos en el tiempo, más allá de los plazos inmediatos, porque el desarrollo de la ciencia en un país escapa dramáticamente a las escalas de tiempo aplicadas a otras áreas del quehacer humano, como el "hacer un buen negocio".

    Ciencia sin ninguna aplicación "evidente e inmediata" fue, justamente, lo que dio origen a la posibilidad de que el ser humano pudiera volar (casi) mejor que los pájaros, y en una escala de menos de 100 años. Por lo tanto, debe prestarse especial cuidado a proteger e impulsar el crecimiento y la calidad de toda actividad científica en Chile -que se practique con una excelencia dada por el reconocimiento de los pares de la disciplina en cuestión-, independientemente de las aplicaciones tecnológicas inmediatas o a corto plazo.

    De todas las paradojas de la civilización humana, quizás la más sorprendente es la cualidad del ser humano de convertir los sueños en realidad -con la premisa necesaria de dar espacios de inutilidad en la sociedad.

    [FUENTE: El Mercurio]

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