OPINIÓN: En la ruta al desarrollo
En tiempos de evaluaciones, no debemos simplemente sopesar lo que hemos hecho, sino cómo ello contribuye al logro de nuestra meta declarada: llegar al desarrollo. Esto implica crecimiento económico sostenido, más inversión e innovación, productividad creciente. Más allá de las fluctuaciones en el dinamismo de la economía mes a mes, año a año, estamos estableciendo bases sólidas para consolidar el crecimiento de largo plazo.
Como fruto de ese crecimiento, Chile se seguirá acercando al umbral del desarrollo. Cuando lo traspasemos y miremos hacia atrás, comprobaremos que nuestro éxito responde a las buenas políticas que fuimos capaces de impulsar. En 2006 rendimos una prueba crucial de nuestro apego a las reglas de rigor fiscal que nos impusimos. No sólo administramos con prudencia la bonanza transitoria en los precios del cobre y diseñamos un presupuesto que impulsó el crecimiento. Con la ley de Responsabilidad Fiscal fuimos más allá, creando fondos de inversión del superávit para enfrentar contingencias futuras y mantener la trayectoria del gasto social y de la inversión pública. Las turbulencias que han sacudido a los mercados mundiales estos días evidencian lo acertado de esa decisión.
Miraremos hacia atrás y confirmaremos que los incentivos a la inversión y al emprendimiento rindieron sus frutos. Nos acordaremos de los ajustes tributarios que removieron barreras al financiamiento y a la incorporación de nuevas tecnologías, de la ampliación del crédito tributario para adquirir activos fijos, de la simplificación tributaria para pequeños contribuyentes, del tremendo impulso que una ley conocida como MKII significó para la industria de capital de riesgo.
Más de alguien destacará que por estos años se avanzó en la institucionalidad de innovación y en subsidios a la investigación productiva que permitieron a Chile extraer nuevas ventajas de sus recursos naturales y situarse a la vanguardia. Más aún, que se puso en marcha un plan ambicioso para resolver los problemas de infraestructura que afectaban la competitividad de sectores productivos estratégicos.
También vamos a constatar que no habríamos progresado sin ampliar el capital humano del país mediante la masiva cobertura en educación preescolar, la subvención preferencial que entregó más recursos a escuelas que atienden a alumnos pobres y las facilidades de acceso a la educación superior. Igualmente fue clave la reforma al Estado centrada la calidad de los servicios y la eficiencia del gasto. Muchos recordarán el positivo impacto de la concursabilidad plena en la mayoría de los organismos públicos y del establecimiento de una agencia especial para evaluar la calidad de las políticas públicas.
Lo hecho en 2006 constituye una etapa del largo camino al desarrollo. No perdamos de vista la meta. Vamos a mantener un ritmo de alta exigencia para potenciar el crecimiento. Con trabajo duro y metas exigentes, seguiremos avanzando.
[FUENTE: El Mercurio, Andrés Velasco]
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