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    martes, 7 de noviembre de 2006

    Esta semana se reactiva polémica: El nuevo round de los transgénicos

    Mientras que las empresas semilleras y los políticos apuntan a masificarlos para mejorar la competitividad del agro, los ecologistas señalan que se pone en jaque la imagen de Chile.

    De golpe y porrazo, esta semana se romperá la tregua de casi una década de partidarios y opositores de los transgénicos en Chile. El round inicial será a la una de la tarde de hoy lunes, en el Club Unión El Golf, en pleno barrio alto de Santiago. Los invitados: casi un centenar de empresarios de la crème de la crème de la industria de alimentos nacional.

    Oficialmente, el objetivo es asistir a un almuerzo-conferencia que tiene el título de "Alimentos: biotecnología y legislación" que organiza Chilealimentos. Sin embargo, el tema de fondo es, nada más y nada menos, que comenzar a decantar la posición del empresariado frente al futuro de los cultivos y alimentos transgénicos en el país.

    "Hay muchos mitos respecto de los organismos genéticamente modificados (OGM) y queremos conocer la evidencia de primera fuente", afirma uno de los organizadores.

    Pero hay pistas de hacia dónde apunta el interés empresarial. Luego de la conferencia inaugural del científico Pablo Valenzuela, vendrá una exposición final de casi 40 minutos de Alfredo Villaseca, gerente general de Monsanto Chile, la subsidiaria de la mayor empresa productora de semillas transgénicas del mundo.
    En tanto, a un par de kilómetros de allí, en Avda. Bulnes 140, el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) inaugurará el mismo lunes tres días de conferencias respecto del modelo europeo de manejo de transgénicos.

    Paralelamente, un equipo comandado por los senadores Alberto Espina y Andrés Allamand, y con la colaboración del ex diputado José Antonio Galilea, esta semana terminan de afinar los detalles de un proyecto de ley para regular el cultivo de OGM en Chile.
    Desde la esquina opuesta los ecologistas plantean su posición.

    "Estamos frente a una ofensiva de las empresas de semillas. Ellas tienen mucho dinero e influencia, lo que coloca al resto de la sociedad civil en una gran desventaja", afirma Juan Carlos Cuchacovic, consultor ambiental y asesor de organizaciones ecologistas.

    En el limbo

    La relativa calma de los últimos años en materia de transgénicos se había mantenido gracias a que su desarrollo en Chile está en un limbo.

    Desde hace ya más de una década que legamente se introducen semillas genéticamente modificadas para reproducirlas en el país. Así, en la práctica, en Chile existen cultivos trangénicos, esencialmente semilleros, los que rondan las 14 mil hectáreas (ver infografía). Aunque hay que dejar claro que la semilla cosechada obligatoriamente debe ser exportada, pues hay prohibición absoluta de comercializarla en Chile.
    Paradójicamente, sí se pueden importar productos transgénicos para consumo animal y humano. De hecho, más del 99% de la soya que se trae de Argentina para la industria de cerdos y aves es de alguna variedad de OGM.

    "La situación en Chile es esquizofrénica. Es como ser policía en el día y ladrón en la noche. Se trata de pasar como un país libre de transgénicos, lo que no es así. Hay que sincerar la situación", afirma Alfredo Villaseca.
    Desde el otro lado del cuadrilátero, Juan Carlos Cuchacovic, no sólo rechaza el "sinceramiento", sino que propone prohibir los cultivos de OGM.

    "La ampliación de los cultivos transgénicos atenta contra la imagen de Chile como productor de alimentos inocuos. Los consumidores tienen una imagen negativa de ellos. Se está sacrificando el desarrollo de toda la industria de alimentos por privilegiar el interés de unos pocos", afirma Cuchacovic.

    Mejora en competitividad

    Desde el bando pro-OGM se descarta el daño a la imagen. Recuerdan que el mayor exportador de frutas y alimentos orgánicos es Estados Unidos, que a su vez es el mayor generador de transgénicos. Asimismo, recuerdan que Europa, donde están los consumidores más refractarios a esos cultivos, es uno de los mayores importadores de soya, trigo y maíz transgénico. Aún más, ya existe legislación comunitaria autorizando al cultivo de al menos algunas especies.
    Para ellos, en la lucha por la liberalización de los OGM se juega nada menos que la competitividad del agro nacional.

    "Si Chile no se suma, su productores van a quedar en desventaja. Por ejemplo, esta cosecha se comenzará a reproducir en el país maíz transgénico con alto contenido de lisina, un elemento nutritivo altamente demandado por la industria de las carnes blancas. Esas semillas eventualmente pueden ser exportadas a Argentina para generar maíces que serán mejor pagados. Sin una legislación que permita en Chile el cultivo de transgénicos, los agricultores locales sólo podrán aspirar a cultivar maíces más baratos", recalca Villaseca.
    Para el ejecutivo semillero, el otro elemento a favor de los OGM es la necesidad de impulsar los biocombustibles. Villaseca argumenta que los cultivos más eficientes para producir energía son aquellos que sus genes fueron diseñados especialmente.

    "Ese argumento tiene poco peso. Chile no tiene las grandes superficies agrícolas que necesitan para generar etanol o biodiésel. De hecho, si se destinaran todas las hectáreas susceptibles de ese uso en el país, sólo se satisfaría el 1% de las necesidades de energía", replica Cuchacovic.
    Como se ve, el round recién está empezando.

    Impacto productivo

    Las exportaciones chilenas de semillas transgénicas son cercanas a US$ 100 millones, según cifras de Monsanto.
    Carlos Fabres, productor de Chimbarongo, administra cerca de 400 hectáreas de cultivos de semillas de maíz OGM y tiene claro su impacto. "Se gana un 20% más que con el maíz que va a la alimentación. Además, por ser más compleja su producción, requiere más mano de obra, lo que tiene un fuerte impacto social", afirma Fabres.

    Etiquetado polémico

    Dónde los ecologistas sí tienen interés por legislar respecto de los transgénicos es sobre su aviso en las etiquetas de los alimentos que los contengan. Su apuesta es defender el "derecho a saber" de los consumidores. En cambio, los semilleros se niegan a ello.
    "Todavía existe una gran ignorancia entre los consumidores, lo que puede perjudicar la venta de alimentos. Si la preocupación es la salud de las personas, es más importante que dijera qué fungicida se usó en la producción del vegetal, que sí es un elemento que puede perjudicar la salud", afirma Villaseca.

    [FUENTE: El Mercurio, Eduardo Moraga V.]

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