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    lunes, 9 de abril de 2007

    Royalty al salmón, retroceso en la agenda alimentaria

    "Que se proponga un royalty evidencia que aún no se ha entendido correctamente lo que necesitamos para ser un país alimentario". Entrevista a Alberto Montanari, Presidente de Chilealimentos

    A través de los medios hemos conocido una propuesta de gravar a la industria salmonera con un royalty a la renta operacional de las empresas del sector.

    El 10 de noviembre de 2006, la Presidenta Michelle Bachelet creó y lanzó la Agenda 'Chile, Potencia Alimentaria', con el fin de fomentar el crecimiento de Chile como un productor y exportador de alimentos. Esta agenda se basa en el sólido soporte que constituyen las tendencias mundiales de consumo de alimentos y las ventajas de nuestro país como productor y exportador de alimentos.

    La industria salmonera tiene un peso gravitante dentro de las exportaciones alimentarias, con el 24% de los más de US$ 9.000 millones exportados en 2006. Por otro lado, esta industria produce un bien renovable, lo cual difiere del espíritu que dio vida al royalty minero.

    El clúster del salmón, ubicado principalmente en la X Región, ha tenido un gran desarrollo desde la década de los 80 hasta la fecha, el que ha ido acompañado con un importante crecimiento de la zona: trabajo, escuelas e infraestructura. Actualmente, la X Región presenta uno de los menores índices de desempleo del país, llegando casi a pleno empleo.

    El del salmón es un sector cuya oferta implica la participación en red de grandes, medianas y pequeñas empresas, incluso de muchos nuevos emprendimientos, y que ha ido un paso adelante en la creación de estándares que responden a las exigencias de clientes complejos y preocupados por estos temas. Es, además, la única industria nacional que debe cumplir con una regulación ambiental específica para ella (el Reglamento Ambiental para la Acuicultura, Rama) y la única que debe informar anualmente a las autoridades sobre el estado ambiental de sus instalaciones.

    La correcta preservación de los fondos marinos, aludidos como patrimonio de todos los chilenos, pasa más por un tema de manejo logístico que por la aplicación de impuestos específicos. La industria salmonera no produce emisiones contaminantes. Los compuestos resultantes del cultivo del salmón corresponden a fecas y desechos orgánicos biodegradables, que se disuelven naturalmente en el mar. Esto no existe si los cultivos rotan periódicamente su ubicación, siendo ésta una solución de fácil aplicación y de bajo costo e imprescindible para la propia industria, puesto que el salmón necesita un ambiente sano para su buen desarrollo.

    Por otro lado, se ha aludido a que el valor de la patente que pagan por hectárea las concesiones salmoneras es bajo. Como referencia, ésta es el doble de lo pagado por hectárea en impuesto territorial por un predio agrícola en la zona central de Chile. Estos fondos se distribuyen directa e indirectamente en un 100% para las comunidades en que se ubican las concesiones.

    Sin duda que esta industria ha entregado lo mejor de sí a la comunidad y a su entorno. Tal vez la baja difusión de todo lo anterior ha causado que sea vista como una industria social y ambientalmente poco responsable: nada más lejos de la verdad.

    Finalmente, el que un país sea potencia alimentaria es una oportunidad tremenda, pero debemos recordar que no estamos solos. Gigantes alimentarios como Australia, Italia, EE.UU. y Nueva Zelandia se dan cuenta de esto y actúan. Algunas líneas de la Agenda Alimentaria de Australia dicen:

    "Hay un rol muy importante en el establecimiento de políticas para promover el crecimiento de la industria alimentaria, que cubre la eliminación de distorsiones en los mercados laborales y el sistema de impuestos (...) Los temas impositivos pueden impactar en la competitividad y rentabilidad de las empresas australianas y, por lo tanto, su habilidad de ser globalmente competitivas".

    El hecho de que se proponga un royalty a la industria del salmón evidencia que aún no se ha entendido correctamente lo que necesitamos para ser un país alimentario. O tal vez no hemos explicado eficientemente la oportunidad que enfrentamos.

    El compromiso de una agenda alimentaria debe ser integral y resistirse a la tentación de distorsionar y entorpecer el crecimiento de los sectores pujantes respaldado en un fin aparentemente loable, pero malentendiendo los medios para lograrlo. Los invito a ver el caso de los salmones como un ejemplo exitoso de que las pymes sí pueden llegar a ser grandes y sumar con ello a todo el país.

    [FUENTE: El Mercurio]

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